Fútbol de Cuba

Una gesta se recuerda mejor cuando costó esfuerzo: si se sufre, se degusta mejor el fruto de lo logrado. De lo contrario, nadie hubiera visto brincar de alegría a los futbolistas cubanos luego del pitazo final del partido que les midió esta semana a Honduras en la Liga de Naciones de Concacaf 2023-2024 y concluyó 0-0.

El Estadio Olímpico Félix Sánchez quedó desamparado de público, apenas una bandera cubana se vio ondear entre tanto tambor hondureño.

Había que imponer atributos del temperamento sanguíneo y de otra índole, evocar la casta de los valientes y corajudos, sin desdeñar el orden y la mente fría mientras el pecho hierve.

En cinco minutos se sufría, otros cinco de pura agonía no serían los de más intenso soportar. Eso también se sabía.

La línea de cinco volvió a ser inexpugnable, sobre todo porque detrás está un titán que se agiganta en la adversidad y que sacó pelotas que amenazaron con entrar.

Como pesar para Cuba, en el primer tiempo el árbitro no vio un penal que alguna repetición televisiva puso al centro de la polémica.

Pero en el césped no había chance para lamentaciones, porque el reloj correría imparable hasta los 90 minutos y se jugaba más que un partido de fútbol.

Una y otra vez aparecían como sombras hombres de rojo, banco y azul, que llegaban a fuerza de sacrificio, aupados por el comandante Castillo, que se dejó la garganta en la banda planificando la defensa del fortín, ora por la trinchera del medio, ora por los flancos, y preparando la contraofensiva con vértigo.

Así lo anunció un día antes a JIT: “Defender con orden sin el balón, salir en transiciones rápidas cuando lo tengamos”.

Y hubo más pólvora de la que alguno imaginó y mucha más intensidad de la previsible en las piernas de Daniel Díaz, venido a más y desgastado luego de tanto ir y venir.

Filungo casi se lleva en el bolsillo a su marcador Riky Zapata, quien acumuló un cartón amarillo y mucho curro con el extremo habanero. Lo supo el técnico rival Reinaldo Rueda y le dejó en el banquillo para el complementario.

En su lugar, puso al 10 Alexander López, además, porque entendía que faltaba claridad para romper el 5-4-1 de los cubanos.

Y también fue a la vanguardia Yasnier Matos, quien cruzó un disparo que parecía tener más chance de ir adentro. Corría el minuto 45, si entraba esa pelota era el punto final del partido, que se convirtió en tres puntos suspensivos tras el fallo.

Quizá faltó el desequilibrio de William Pozo, uno que tuvo mejores noches con la absoluta cubana, pero sobró el tino a Alejandro Delgado, uno que se atrevió a desafiar a Alberth Elis, llegado de la banca con toda la intención de herir.

Nadie pensó en una noche nublada para Antony Lozano, venido del encumbrado firmamento de la Liga de las Estrellas, acostumbrado a brillar en el Getafe de España, pero no encontró alfombra roja entre el trabajado equipo antillano.

En la segunda parte aumentó el sufrimiento, era lógico y esperado a la par de que el reloj avanzaba. El rival volcado al ataque y la necesidad de los locales de hacer cambios atentaron contra el orden.

Con los recién entrados, llegó frescura en las piernas, pero se perdió claridad y estabilidad. Sin embargo, no dejó de fluir la sangre caliente por las venas, ni el atributo varonil que evoca la cubanidad en la contingencia.

El reloj se convirtió en aliado, mucho más que la salud, porque Corrales debió abandonar el verde, condicionado por lesión, lo mismo que Alejandro, magnánimo en su última intervención para frenar a Elis.

Así llegó el silbido y se inundó la cancha de algarabía. Un rato antes, Haití y Surinam se desgastaron y repartieron un punto por bando, por ello Cuba conservó también el puesto detrás de Jamaica, que goleó a Granada.

“Este punto nos mantiene en la lucha por conservar la categoría, gracias a eso dependemos de nosotros exclusivamente para lograrlo. Nos queda un partido en Honduras que será muy difícil, pero lo afrontaremos con la misma entereza”, declaró Yunielys Castillo a JIT.

“Otra vez pude aportar al equipo con una buena actuación y eso me llena de satisfacción, pero el trabajo colectivo y el resultado me alegran aún más”, apuntó Raiko Arozarena.

“Claro que hubo que sufrir y estamos preparados para hacerlo en su casa también. Dejar el arco en cero siempre ofrece buenos dividendos porque al menos rescatas el punto del empate. Este punto sabe muy bien porque lo trabajamos con mucho sacrificio”, dijo Carlos Vásquez, líder indiscutible de la zaga cubana, que derrochó inteligencia y tino para ordenar el repliegue y la salida.

El vuelo hasta Honduras y la espera de tres días se antoja larga, porque luego de esta gesta quedaron muchísimas ganas, y sobre todo más confianza para terminar lo que muy bien ha comenzado. Doy fe.

(Tomado de JIT)