José Martí

Hay muertes que arrasan con todo: desuelan los ojos y el alma; se llevan esperanzas, destrozan el presente, como el cristal que una vez fracturado es imposible restaurar. Así creyeron la muerte de Martí los soldados españoles al mando del Coronel Ximénez de Sandoval, cuando al despojar de sus pertenencias el cuerpo menudo de un mambí, hallaron grabadas en un pañuelo y un reloj las iniciales JM.

Cuenta Ciro Bianchi que con el dinero ocupado fueron a celebrar con aguardiente y tabaco, la “inmensa victoria” de llevar sobre un caballo, cual bulto pestilente, los restos del hombre que organizó la insurrección del 24 de febrero. En España se felicitaban los políticos, y hubo declaraciones triunfales a la prensa, y por el mundo corrió la voz de que muerto el cabecilla, las tropas insurgentes quedaban desmoralizadas y sería fácil aniquilarlas y disolver la rebelión.

La tarde del 19 de mayo de 1895 Martí recibió tres disparos: una bala entró en su pecho y le fracturó el esternón; otra penetró por el cuello y destrozó en su salida el lado izquierdo del labio superior, y otra le hirió un muslo. Semejante descarga bastó para hacerlo cadáver.

El tiempo ha sido implacable demostrando que aquel infausto día fue apenas una circunstancia; que las ideas del Apóstol eran más poderosas y que bajo su ejemplo los cubanos de distintas épocas escribirían páginas imperecederas de heroísmo.

Hay detalles hermosos, como el beso a la tierra y la cruz de madera que dejara en Dos Ríos Enrique Loynaz del Castillo; o el primer monumento al Apóstol: una pirámide de piedras del río Contramaestre que erigieron Gómez y su tropa en el sitio donde, 15 meses antes, había caído Martí. La roca del Generalísimo fue la primera y muchas más agrandaron la pirámide, pues se hizo costumbre hasta el final de la guerra que los buenos cubanos, al pasar por allí colocaran una piedra por amor a Cuba y en memoria del Apóstol.

Otros homenajes han sido legendarios: no solo en estatuas y grandes monumentos que recuerdan su legado en Cuba y en muchas naciones del mundo; la historia de este país está preñada de gestas inspiradas en el pensamiento revolucionario del Maestro. Martí venció el coloniaje español mucho antes de que lo balearan en Dos Ríos; sembró una semilla que germinó en el Moncada y que echó a la mar al Granma. Su espíritu rebelde se ha propagado en movimientos sociales, en luchas armadas y en millones de personas que trabajan para anular desigualdades o para integrar a los pueblos de la América que llamó Nuestra. Sencillamente nos puso delante, con belleza insuperable, las ideas universales del amor y del bien; y eso nada podrá borrarlo.

Hay muertes que no arrasan: nunca llegan a matar de verdad porque se pudre el cuerpo, sí, pero el alma queda hecha muchas vidas, y las ideas que una vez movieron la carne y los huesos, acaban multiplicándose a tal punto que pasan los siglos, ocurren otras muertes, y no llega el olvido.