Fidel Castro

La tristeza que vivió nuestra Patria a finales de noviembre de 2016 fue diferente a otras manifestaciones de dolor. Los cubanos y amigos de todo el mundo ratificaron que Fidel Castro Ruz, el soldado de las ideas, iniciaba otra etapa de lucha en consonancia con los martianos versos: «cuando se muere/ en brazos de la patria agradecida/ la muerte acaba, la prisión se rompe/ ¡empieza, al fin, con el morir la vida!».

Es por eso que celebramos, como siempre, el cumpleaños del Comandante. El líder de una Revolución que resistió y venció, cuando no pocos vaticinaron que –tras el canto de cisne del sistema socialista mundial– su fin era solo cuestión de días.

En estos tiempos de crisis hay que atender, una vez más, a Fidel; a cómo él concibió el enfrentamiento al llamado periodo especial en tiempos de paz; a cómo el país pudo salir de la casi opción cero entre los años 1992 y 1994, cuando el Producto Interno Bruto  se contrajo un 35 %, y contra todo pronóstico avanzó a la paulatina recuperación a partir de 1995.

Fidel no vacilaba en criticar y corregir, primero desde lo individual: «Algunos, aumentando precios quieren ser rentables y repartir primas cobrando cualquier precio por cualquier cosa», dijo en 1986, muy a tono con la compleja situación que afrontamos hoy. Veinte años después, confesó al periodista Ignacio Ramonet que «uno de nuestros mayores errores al principio, y muchas veces a lo largo de la Revolución, fue creer que alguien sabía cómo se construía el socialismo».

Luego del III Congreso del Partido (1986) se implementó el proceso de rectificación de errores y tendencias negativas que, aunque fue tronchado por la caída del campo socialista, permitió, de conjunto con lo aprobado en el IV Congreso (1991), enfrentar y erradicar los principales escollos de la crisis que se nos vino encima. La estrategia concebida para el periodo especial en tiempo de paz dio frutos, en buena medida, por la visión fidelista.

Es recomendable la lectura y análisis de Por el camino correcto, compilación de discursos del Comandante en Jefe entre abril de 1986 y diciembre de 1987, texto imprescindible para la actualización de nuestro modelo económico y para la eficacia del trabajo político e ideológico. Si bien las necesidades perentorias deben ser suplidas, la realización del ser humano no está completa sin lo subjetivo, o dicho de otra manera, lo ideológico, que también puede ser espiritual.

De manera que el socialismo incluye lo material y lo espiritual del hombre. Es por ello que Fidel llama a «buscar la rentabilidad, pero buscarla en serio y discutir a fondo (…) reduciendo realmente los costos de la producción, elevando la productividad, aprovechando la jornada laboral, utilizando la técnica, organizando de manera adecuada el trabajo, desinflando las plantillas»; y, por otro lado, a «no renunciar a la conciencia, y los medios auxiliares del hombre, del trabajo político y revolucionario (…) del espíritu de solidaridad entre los hombres (…) al pensamiento revolucionario y el ejemplo de Che».

Pensar como país se asienta en aquella idea fidelista de que «lo primero que tiene que preguntarse un cuadro revolucionario, no es si su empresa gana más, sino cómo gana más el país», pero ¿sólo quienes dirigen tienen que pensar en el bien común? No, aunque sea su principal misión. A todos nos corresponde luchar por la familia de la que procedemos, por la familia que creamos y por la sociedad en la que convivimos.

Leer a Fidel, no resulta una mera opción, más bien el camino correcto que debemos seguir los cubanos.