Omara Portuondo

Volver al quehacer de Omara Portuondo (La Habana, 1930) siempre estimula indagaciones. Antes de la partida hacia México, como parte de la gira Vida, y para conocer el repertorio que interpretará durante ese periplo, entre otros detalles, la visitamos en su hogar donde disfrutamos de su particular carisma.

Del entorno forma parte un mural a relieve que cuenta pasajes de sus experiencias profesionales junto a destacados músicos. La “Novia del filin” y “la Diva del Buenavista Social Club”, así ha sido reconocida. Ambos calificativos validan la ejecutoria de una cantante esencialmente cubana de amplia repercusión internacional.

Sencilla, cálida, exquisita, revela sus preferencias por “la canción romántica, el son y el bolero, algunos de los géneros más representativos de la música popular”, precisa.

Nunca hace alardes gratuitos, impresiona por la musicalidad mediante una voz inconfundible de potente fuerza comunicativa.

El Premio Nacional de Música y otros numerosos galardones avalan su prestigio. Durante el periplo Vida repasará el repertorio cultivado durante más de 70 años.

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Antes de conversar, Omara elige entonar páginas inolvidables, entre ellas, Veinte años y Lágrimas negras. “Así revelo mis planes inmediatos. Soy una eterna romántica. He aprendido de todas las vivencias. En la orquesta Las Anacaona interpreté guarachas y sones. También el cuarteto dirigido por Aida Diestro fue una gran escuela. Incluso, me ayudó a perfeccionar la proyección escénica”.

En especial destaca las obras del maestro Adolfo Guzmán, “en él se unían la caballerosidad, el rigor, transmitía paciencia, te miraba a los ojos. Además, me acompañan siempre José Antonio Méndez y César Portillo de la Luz. Ellos fueron mis compañeros queridos, los mantengo en el repertorio por su calidad artística”.

Otro nombre imprescindible que nunca olvida es el de Juan Formell, fundador de la orquesta Los Van Van. Su tema Y tal vez es un clásico. “Me emociona cantar esa y otras de sus canciones, así mantengo a los nuestros con vitalidad, aunque ya no estén físicamente. Los jóvenes deben conocer lo bueno y lo bonito de nuestro país”.

La emblemática intérprete acepta todos los desafíos posibles e imposibles. Menciona la presentación que disfrutó en el Festival Artes de Cuba, en el Centro Kennedy de Washington. “Aunque he cantado en inglés, siento lo nuestro arraigado en el alma. Eso es lo mío, compartir lo que dicen nuestros compositores inspirados en el amor, las nostalgias, la alegría, las pérdidas, la posibilidad de tener cerca a la gente”.

Omara estremece cuando recrea a capella La era está pariendo un corazón. La pasión y el gozo la animan al expresar: “Me gusta tanto haber nacido en esta tierra… Cuba es mi paraíso”.

Múltiples satisfacciones reconoce al evocar la cercanía de los públicos. Para ella, el mayor premio es escuchar los aplausos y sentir las muestras de cariño. Por eso prefiere que se graben los espectáculos en vivo. Suele revivir esos momentos, incluso aunque pasen los años.

Al pedirle que hable del disco más querido. Sonríe y duda. “Son tantos”, dice bajito.

La incito a rememorar Omara siempre, un fonograma repleto de emociones, que da fe de la riqueza de los géneros y ritmos populares.

Asiente con una sonrisa pícara y asegura: “Por todo esto mis giras por el mundo me permiten compartir lo aprendido, el ritmo de nuestra música y la intensidad de tantas cosas maravillosas. Eso es Vida”.