
Cuba está determinada en defender en la COP30 la voz de los países del Sur y exponer cómo la ciencia, la resiliencia social y la unidad sostienen su política ambiental en un escenario global marcado hoy por desigualdades.
Así lo afirma el ministro de Tecnología y Medio Ambiente, Armando Rodríguez, durante una extensa entrevista concedida al periódico Inverta, como quien trae décadas de batalla científica sobre los hombros.
Retribuye la acogida brasileña y enseguida coloca el foco en el cual cree que realmente está la disputa climática: en la desigualdad.
La delegación cubana está en Belém con «la voz de los países del Sur, de los pequeños Estados insulares y de las naciones en desarrollo», remarca el ministro, quien considera que el cambio climático no es solo un desafío ecológico, «se convierte en un reto económico y social para países como los nuestros».
Desde esa perspectiva, La Habana expone los fundamentos científicos de su política ambiental y su representante describe cómo los estudios de peligro, vulnerabilidad y riesgo, desarrollados hasta la escala municipal, dan forma a decisiones públicas estratégicas ante el incremento del nivel del mar, huracanes extremos y la protección de la biodiversidad.
Con la actualización de su Contribución Nacionalmente Determinada, la NDC 3.0, la isla tiene un programa ambicioso para instalar dos mil megavatios (MW) de energía solar fotovoltaica, con 200 MW de acumulación para 2026.
También asume compromisos como los programas de reforestación de manglares, el incremento sostenido de la cobertura boscosa y las transformaciones en energía, agricultura y transporte.
En la entrevista, Rodríguez no esquiva el tema. El bloqueo de Estados Unidos contra Cuba «es la dificultad mayor que enfrenta la política ambiental cubana porque limita el acceso a tecnología, fondos y comercio».
Ante esa realidad, la mayor de la Antillas sostiene su ciencia con recursos propios: 50 universidades, más de 200 centros de investigación y un ecosistema científico que, considera, una «conquista de la Revolución».
El ministro retoma con emoción la llamada Cumbre para la Tierra, en Río de Janeiro (1992), cuando la intervención del líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro, estremeció el foro: «Para nosotros, ese discurso es la piedra filosofal de la política ambiental cubana».
Lo cita de memoria: «Elimínese el hambre y no el hombre». Esa persistencia, alega, es parte de la vida diaria del país. «La continuidad para nosotros es cotidianidad», precisa.
En la XXX Conferencia de Naciones Unidas sobre el Clima (COP30) en Belém, donde la selva respira preocupación y esperanza al mismo tiempo, Cuba vuelve a presentarse como una nación pequeña que intenta hablar en nombre de muchas, que apuesta a la ciencia y a la unidad para enfrentar un desafío planetario.