El ver a esas personas que no cesan de mover las piernas aun estando sentados o incluso durmiendo, a veces resulta perturbador hasta para quienes les observan y no solo para aquel que lo sufre.
Podría pensarse que es “una costumbre”, “un mal hábito”, “una manía”… pero en realidad, en muchos casos se trata de una enfermedad conocida como Síndrome de Piernas Inquietas (SPI) o enfermedad de Willis-Ekbom.
Esa urgente necesidad de mantener las piernas en movimiento es un trastorno de origen neurológico sensitivo-motor que, en ocasiones, produce sensaciones molestas en las extremidades principalmente inferiores al permanecer sentado o acostado.
El trastorno aparece con cierta severidad en un 2-3 % de la población mundial de ahí que muestre una alta prevalencia de cerca del 10%, a la vez que aproximadamente el 90 % de aquellos que lo padecen no sabe que tiene este síndrome.
Las causas de esta enfermedad son diversas, aunque suele atribuirse sobre todo a factores relacionados con la regulación del movimiento como el déficit de hierro, anemia (por la llegada deficiente de oxígeno a los tejidos) y a alteraciones en los niveles del neurotransmisor dopamina.
Asimismo, se estima que aproximadamente el 50 % de los casos tiene un origen genético, sin enfermedades asociadas. No obstante, el síndrome puede aparecer como consecuencia secundaria de otras patologías.
En el portal Infomed abundan sobre la publicación el año pasado en la revista Nature Genetics de una indagación a cargo de un equipo de investigadores de los Institutos Helmholtz de Neurogenómica de Múnich y del de Genética Humana de la Universidad Técnica de Múnich (TUM), así como de la Universidad de Cambridge, que ha descubierto pistas genéticas asociadas a este síndrome, cuya atención médica se ve en ocasiones frenada por diagnósticos tardíos o tratamientos ineficientes.
La investigación citada por Infomed indica que el SPI al alterar el sueño, tiene un profundo impacto en la cotidianidad de quienes lo padecen afectando su salud en general y su calidad de vida.
Dicha fuente igual refiere que el SPI puede asociarse a otros síndromes como la depresión o la ansiedad y también a padecimientos cardiovasculares, hipertensión y diabetes.
El Doctor Steven Bell, de la Universidad de Cambridge, destaca que ese estudio es el mayor de su clase sobre dicho trastorno, y asegura que "al comprender las bases genéticas del síndrome de las piernas inquietas, esperamos encontrar mejores formas de controlarlo y tratarlo, lo que podría mejorar la vida de muchos millones de personas afectadas en todo el mundo".
Por su parte, en el perfil de Facebook de la Dirección Provincial de Salud La Habana, comentaban el año pasado que entre las consecuencias de este padecimiento se apuntaban dificultad para dormir (El SPI interrumpe el sueño y provoca fatiga durante el día), problemas de concentración (la falta de sueño afecta la atención y la memoria), malestar físico (la sensación de inquietud en las piernas puede provocar dolores musculares y calambres) y posibilidades de que aumente el riesgo de depresión.
Además de tratamientos farmacológicos, que solo deben indicar los facultativos en consulta, para prevenir el SPI varias entidades médicas recomiendan ejercitarse regularmente porque la actividad física ayuda a mejorar la circulación y a reducir la incomodidad de las piernas.
También sugieren mantener una dieta saludable, evitando el alcohol, la cafeína y el tabaco, que pueden empeorar los síntomas, y crear un entorno relajante para dormir.
Tan impactante resulta este síndrome, aun infradiagnosticado, que hasta se ha instituido un Día Mundial del Síndrome de las Piernas Inquietas: El 23 de septiembre, iniciativa impulsada por asociaciones de pacientes de todo el mundo que lo sufren.